El silencio inunda la
habitación, una ráfaga de luz blanca baña el interior de ésta, él abre los ojos
y el sonido del trueno le azota en los oídos, se sobresalta y espera a que el
silencio regrese. Escucha con atención. Un tamborileo agitado retumba en la
habitación, lo detesta, se tapa las orejas con ambas manos y el silencio se
hace presente por unos instantes, pero el sonido aparece en su interior, se
desespera y grita, pero nadie lo escucha. Entonces ríe. Su risa aguda y fría,
es capaz de acallar aquel sonoro repiqueteo.
Un halo de luz entra
por la ventana, iluminando el rostro de la niña que duerme en la habitación, él
la ve y sonríe, esa pequeña niña refleja tanta paz, tanta dulzura que no puede
evitar querer extender su mano para tocar su rosada mejilla, teme despertarla y
que al hacerlo solo lo encuentre a él,
en ese mundo de luces frías y sombras. Entonces decide que aquella dulzura
nunca conocerá la tristeza y la maldad de los hombres. Extiende la mano hacia
la niña y al tocarla, desaparece.
Lo llaman a salir, la
luz mortecina del pasillo le lastima los ojos, sin embargo levanta la mirada.
Con la espalda erguida empieza a caminar, el silencio de la habitación se
desvanece al avanzar, en su lugar se escuchan murmullos, gritos y sollozos que
parecen venir de todos lados y al mismo tiempo de ninguno.
Sus acompañantes se
detienen, y entonces se da cuenta, que nunca estuvo solo, lo dirigen a una
puerta de metal, que abren y le dan paso, hace un gesto de gratitud ladeando la
cabeza y entra. Al entrar observa una multitud de personas serias, con
expresiones marcadas por la tristeza y el llanto. Él les saluda con la mejor de
sus sonrisas, ellos retroceden.
Entonces de entre
todas las mujeres que se encontraban ahí, nota a una en particular. Sus
mejillas, aunque pálidas, le remontan a la memoria de la niña que solo conocía
la paz y la felicidad. Él sonríe y sus ojos se llenan de lágrimas. Camina,
primero con timidez y luego con decisión, hacia donde está la mujer, extiende
los brazos y por un momento cree ver en la mujer una leve sonrisa.
Un golpe seco en la
nuca lo detiene. En el suelo levanta la mirada. La mujer lo mira aterrada, la
piel que rodea sus ojos se torna roja. Ella trata de contener las lagrimas,
pero explota, grita, incluso se le acerca para darle una bofetada, la cual
recibe con una expresión vacía. Ya no hay paz en el rostro de la mujer. Ya no
se parece a la niña.
Se pone de pie con
ayuda de los hombres que antes lo habían acompañado, la gente lo observa. Se
escuchan sollozos ahogados, murmullos y siseos. Lo llevan a una mesa donde
apenas toca la luz, el contacto metálico a través de sus ropas lo hace
estremecerse, no puede evitar sonreír. L agente comienza a desesperarse, gritan
al unisonó y otros tantos solo lo miran con rabia. Él comienza a reírse, y de
un solo golpe, todo queda en silencio.
-Ustedes no saben el
placer que se siente cuando uno tiene un corazón, fuerte y joven, entre las
manos y éste poco a poco va perdiendo vida, se apaga y queda inerte frente a
uno, ustedes no saben que placer se siente al tener ese poder entre las manos.
Ustedes no saben, porque si supieran ustedes estarían en mi lugar, y yo sería
libre.-dice, sosteniéndole la mirada a todo aquel que se atreviera.
La habitación quedó
en un silencio profundo, que ni siquiera los sollozos o las respiraciones
acompasadas se atrevían a romper. Un hombre se abrió paso entre los demás, leyó
unos papeles y dio la orden de proceder. Se acostó en la mesa, boca abajo, con
la cabeza hacia la multitud. Hay un instante, donde todos se quedan estáticos,
sin poder respirar. Él busca con desesperación la mirada de la mujer. Quiere
hablar. Quiere que ella lo escuche.
-Antes de que usted haga lo que tenga que hacer- dijo, dirigiéndose al hombre
que se encuentra a su lado- Tengo derecho a decir mi última voluntad- se
escuchan murmullos de objeción y sonidos de desaprobación, pero nadie interviene
en la sentencia –Cuando usted suelte la guillotina y después de que mi cabeza
se haya desprendido de mi cuerpo, ¿Podre oír, por lo menos por un momento, el
sonido de mi propia sangre cuando brote de mi cuerpo? Ese sería el mayor placer
para terminar todos mis placeres.-
Él encontró la mirada
de la mujer, y por una fracción de segundo, mientras la guillotina era soltada
por el verdugo, él pudo ver un destello de paz en su mirada. Sonrió, y después
ya no sintió nada. El también se encontraba en paz.
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Esta historia esta inspirada en las ultimas palabras de Peter Kurten, que citadas textualmente en el cuento, no habla de que el murio sosteniendo los ideales por los que mataba.
Para mi, el arte es una forma de crear vida, de transformarla, de darle un nuevo concepto a las cosas, de ver un historia desde otro punto de vista.
Karina Victoria Gómez Rodela